Sonrisas y atardeceres
El fin de semana nos divertimos con el unipersonal de Hugo Varela en el Centro Cultural de Monte Hermoso.La risa es un artículo de primera necesidad que escasea en el mercado. Especialm...
El fin de semana nos divertimos con el unipersonal de Hugo Varela en el Centro Cultural de Monte Hermoso.
La risa es un artículo de primera necesidad que escasea en el mercado. Especialmente en la televisión, donde el humor centrado en la mujer objeto sexual, gordos, enanos y discapacitados estalló en mil pedazos.
Desaparecieron manosantas, rompeportones o babosos al límite de la pedofilia, como aquel padre obsesionado con la amiga de la hija estudiante quinceañera, que por si algo faltaba, se emitía en horario central del canal que se ufana de estar siempre juntos y en familia.
Será por ese sentimiento de culpa que hoy en canales de aire o cable no hay ciclos de humor. Cambió el mundo, cambiamos nosotros que consumíamos esos contenidos, pero la televisión no se animó a cambiar el paradigma del humor. Optaron por la cancelación del humor. El que quiera reír tiene que recurrir a películas de humor o buscar en You Tube ciclos para todos los gustos, desde los descartables hasta los que sin golpes bajos alegraban la vida.
Siempre tengo a mano y comparto con los amigos un sabio consejo para vivir más y mejor, que se compone de cuatro recomendaciones: comer la mitad, masticar el doble, caminar el triple y reírse el cuádruple.
Los tres primeros pasos es cuestión de empeño y voluntad de cada uno. Pero reírse cuatro veces más al día hoy es una quimera porque nos hemos olvidado de reírnos. Por eso, disfrutamos el humor a puro talento de Hugo Varela.
Hay otras maneras de disfrutar la vida sin recurrir a tarjetas de crédito o pagos desde el celular.
Para los que tenemos la dicha de transitar el verano cerca del mar recomiendo el espectáculo diario, imponente y gratuito del atardecer. Está al alcance de la vista en el escenario celestial del horizonte donde cielo y mar se funden al borde del Atlántico.
En esa platea, desde la reposera al borde de la rompiente, somos espectadores privilegiados de la ancestral despedida del sol, siempre diferente y fascinante.
Momento único que resetea la computadora que todos llevamos adentro. Con la mente despejada de archivos innecesarios que pesan mucho y no sirven para nada, ese tiempo mágico transcurre en estado de gracia. Quisiéramos detener el reloj, quedarnos para siempre, pero eso —por ahora— es imposible. El día se apaga cuando el faro comienza a alumbrar y enciende la noche.
Fuente: https://www.lanueva.com/nota/2025-1-21-5-0-20-sonrisas-y-atardeceres