Genaro Alfonso tiene 100 años y Ana cumplió 95: ¡llevan 75 de casados!
Hasta los 98 años Genaro Dello Russo podaba las plantas y no le temía a las escaleras. A veces subía hasta su molino. A los 74 le hicieron una cirugía de reemplazo de cadera pero, a partir de l...
Hasta los 98 años Genaro Dello Russo podaba las plantas y no le temía a las escaleras. A veces subía hasta su molino. A los 74 le hicieron una cirugía de reemplazo de cadera pero, a partir de los 90, la prótesis colapsó y se tuvo que arreglar con un zapato con realce para poder conservar el equilibrio.
No obstante, hasta hace dos años manejaba por el pueblo y estaba al día con la licencia de conducir. Pura actitud, Genaro, como lo conocen en el ferrocarril, o Alfonso, como lo llaman en el pueblo, se sacaba el zapato y conducía descalzo.
Hoy, a los 100, después de toda una vida como obrero ferroviario (maquinista) y relojero (oficio que aprendió cuando no existían los tutoriales de internet), pasa los días junto a su esposa Ana Bárbara Roth, quien tiene 95 años y con quien acaba de celebrar nada menos que las Bodas de Brillante: ¡75 años de casados!
Toman mate, descansan, miran televisión y reciben los cuidados y atención de una señora que va todas las tardes.
Ana y Genaro tuvieron tres hijos: Raúl, Nora y Walter.
Nora brindó detalles sobre la vida de sus padres, quienes hoy son el patrimonio histórico vivo de Saavedra y quienes siempre se mostraron unidos más allá de no ser muy afectos a las demostraciones de cariño porque “eran otros tiempos”.
“Es el matrimonio más antiguo del distrito, según nos dijo el sacerdote Guillermo Fanelli, quien estuvo con ellos cuando cumplieron 75 años de casados. Los Dello Russo somos la familia más antigua de Saavedra”, comentó.
Y tienen algo más en común: ambos nacieron en fechas especiales.
“Mi papá tiene nombre de almanaque porque nació el 19 de septiembre de 1924, día de San Genaro. Por eso él dice que es un bendecido, y que San Genaro lo cuida y protege hasta ahora”, comentó Nora.
Ana, nació en 1929, un 12 de octubre, día en que solía conmemorarse la llegada de Cristóbal Colón a América y que hoy se conoce como Día del Respeto a la Diversidad Cultural.
“Por eso, ella dice que llegó con una de las carabelas de Cristóbal Colón”, mencionó su hija, divertida por la ocurrencia.
La boda, por otra parte, se celebró en 1949, en una fecha muy relevante para el catolicismo: el 25 de marzo, conocido como Día de la Anunciación, cuando el ángel Gabriel le anunció a la Virgen María la llegada de Jesús.
“Mi mamá dice que ellos tuvieron mucha suerte y muchas bendiciones por la fecha que eligieron para casarse”, contó Nora.
Hoy, viven en la casa que compraron en su juventud gracias a la ayuda del papá de Genaro, quien les prestó el dinero para que se lo fueran devolviendo en cuotas. Su patio era el antiguo galpón de máquinas del ferrocarril. Su hijo Raúl vive muy cerca y Nora viaja entre semanas para verlos y pasar tiempo con ellos.
Más allá de que Ana en los últimos dos años tuvo algunas complicaciones de salud, una cirugía de cadera y otra de hernia, que dejaron secuelas, nunca quiere dejar solo al marido.
“No sabemos quién cuida a quien, pero ella dice que lo tiene que cuidar”, contó su hija.
Entre los dos suman casi 200 años de experiencia.
Hasta sus 93 años, Ana Bárbara Roth caminó sin dificultades. Hacía los mandados y hasta los trámites en el banco. Afrontó una operación de cadera y quedó muy bien. De gran temperamento, pronto empezó a caminar sola, sin andador. Un día, mientras cruzaba la calle con un balde de hojas que quería arrojar en el baldío, se cayó y tuvo que volver al andador.
A su marido le gusta conversar, pero hay que hablarle muy fuerte porque fue perdiendo la audición. Vicios de relojero, cuando empezaban a fallar, desarmaba todos los audífonos que llegaban a sus manos.
“¡No sé la cantidad de audífonos que tuvo! Y es muy coqueto, cuando usaba bastón había que esconderlo antes de sacar una foto”, dijo Nora.
Genaro, hijo de inmigrantes italianos, trabaja desde los 13 años, cuando abría tranqueras en el campo, ganaba 5 pesos por mes y dormía en los hoteles de los pueblos más cercanos.
En uno de esos campos conoció a Ana, pero eran chicos. Pasó el tiempo y una de las tías de Ana la empezó a cargar: “Vos te vas a casar con El Alfonso”, le decía. Y Ana lloraba: “¡No, con el Alfonso no, porque es feo y es narigón!”.
No sabía que el destino o el tiempo jugarían otras cartas. La madre de Genaro y la de Ana se hicieron amigas y un día él acompañó a la jovencita hasta su casa y ahí empezó todo.
En ese momento Genaro era empleado de la agencia Ford y luego hizo el servicio militar. Al regresar estuvo un tiempo más en la agencia y más tarde entró como foguista al ferrocarril. Luego, se desempeñó como maquinista hasta que se jubiló a los 55 años.
“Como relojero aprendió solo. Se rompió un reloj en su casa, lo llevaron a arreglar y no se lo arreglaron. Se cansó y dijo: ‘Yo lo voy a arreglar’. Lo desarmó, lo arregló y anduvo. Todos los relojes de Saavedra pasaron por las manos de papá”, contó Nora, quien vive en Bahía Blanca, en el barrio Villa Delfina desde el año 1971.
Su mamá tuvo una dura infancia, ya que debió trabajar desde muy chica en casa de familia donde no sólo pasó hambre, sino que sufrió maltratos y vivió situaciones dolorosas que aún recuerda: le dolían los huesos de lavar las duras prendas a la intemperie en el invierno.
La historia de sus ancestros no es menos cruel. El abuelo de Ana, José Roth, vivía en Moscú y era sacerdote. Dejó la sotana el día en que el zar Nicolás II de Rusia mandó a matar a su padre, quien era molinero, y en vez de entregar toda la harina del molino se guardó una bolsa debajo de la cama. Lo ataron a un trineo y lo descuartizaron.
José fue al puerto y subió de polizón al primer barco que partió hacia América. Cuando lo descubrieron le dieron trabajo como mozo y allí conoció a una señora de Hungría, Ana, con quien se casó. De esa unión nació Jorge Roth, quien en su juventud contrajo matrimonio con Verónica Schmidt: ellos tuvieron 8 hijos, entre ellos, Ana Bárbara, la primera.
Sólo dos de sus hermanos fallecieron (Lolo y Héctor); los demás, Celestina, Rosita, José, Alicia y “Negra”, siguen vivos.
“De mi papá rescato su bondad y lo hábil que es para hacer todo: sabe arreglar desde una moto hasta una plancha. Lo que le lleves arregla”, confió.
Los tres hijos salieron habilidosos como sus padres (Ana era buena cocinera y sabía coser y hacer con eficiencia muchas labores de la casa).Tanto Raúl como Walter han sido ferroviarios y muy trabjadores. Además, el hijo mayor, Raúl, llegó a trabajar como foguista junto a su padre, que era maquinista, algo que llenó de orgullo a Genaro.
Raúl está jubilado, es cerrajero, fue dueño de una gomería y técnico reparador de artefactos electrónicos. Walter, quien vive en Coronel Suárez, fue personal jerárquico del ferrocarril, realiza artesanía en madera y fue bombero.
De su mamá Nora aprendió a tejer y el orden, sobre todo en la limpieza, ya que era muy perfeccionista.
“De chiquita tenía que limpiar la pieza. Ella venía y pasaba el dedo por los muebles y me decía: ‘Acá no pasó la franela’ y lo repetía varias veces por varios lugares”, recordó.
Salvo alguna rara excepción no tiene recuerdos de haber presenciado peleas entre sus padres.
“No discutían delante de nosotros, si peleaban no lo demostraban, nunca hubo gritos en mi casa ni eran de tener caras largas entre ellos, o yo no lo notaba”, contó.
Genaro Alfonso es hijo de inmigrantes italianos: Carmen Guarriero y Gaspar Dello Russo. Primero llegó Gaspar con un hermano: trabajó en el campo y en el ferrocarril. Diez años después Gaspar regresó a Italia a buscar a su esposa quien ya tenía a su hijo Fabiano, nacido en 1911. En Italia nació Atilio, quien tenía unos meses cuando el matrimonio llegó a la Argentina: aquí nacieron los otros 6 hijos, entre ellos Genaro.
“Mi papá es un santo. Un hombre manso, muy bueno, aunque en este último tiempo, que mi mamá anda más floja de lengua, nos vinimos a enterar que él daba las órdenes y mi mamá las cumplía”, comentó Nora.
“Fue un hombre muy estricto en el trabajo, buena persona, y compañero de trabajo”, dijo.
Gran parte de la familia se reunió para los 75 años de casados en la casa de Saavedra, que atesora historias que son parte del patrimonio histórico de la comunidad.
Ellos renovaron sus votos y siguen juntos como ya juraron tres veces ante Dios: hasta que la muerte los separe.
Anécdota. Gaspar, el padre de Genaro Dello Russo, era calderero en el ferrocarril y cuando trabajaba de tarde, a las 15, hacía una pausa para escuchar la radionovela de LU2 Radio Bahía Blanca que tenía como protagonista al actor Javier Rizzo, en el patio de la casa de su hijo y nuera, que era el galpón de máquinas. Sus radioteatros marcaron a fuego a varias generaciones, en sus casi 45 años de actuación en ese medio.