Un taller de palabras para la salud mental: “Conectar con otros mundos posibles”
Juan Manitta es profesor de Literatura y usuario del centro de salud mental Franco Basaglia. A propuesta de una acompañante terapéutica, creó un taller literario para sus compañeros. Entre mito...
Juan Manitta es profesor de Literatura y usuario del centro de salud mental Franco Basaglia. A propuesta de una acompañante terapéutica, creó un taller literario para sus compañeros. Entre mitos griegos, aguafuertes de Arlt y temas de Pink Floyd, construyen una obra colectiva donde nadie deja de expresarse. Crónica de la última clase del año.
Hace un año este diario relató la historia de Nahuel Gómez, un poeta-cantante de 38 años con una vida cargada de experiencias, muchas al borde de la muerte. El título de aquella crónica citaba uno de sus versos: “La locura es mi manera, la cordura es tu prisión”. Como usuario del Centro de Salud Mental Comunitaria Franco Basaglia de La Plata, Nahuel hablaba de los “locos” que gobiernan, del Estado, de la precarización de la salud pública y del arte como herramienta para “dar sentido a la vida”.
Nahuel no es el único artista de “El Basaglia”. Allí hay más historias, con nombres propios, cargadas de expresividad y en una búsqueda constante del sentido de la existencia. Búsqueda que no se hace en soledad, sino colectivamente. Al menos por eso se esfuerzan, día a día, usuaries y profesionales de ese espacio que es trinchera de mil batallas por la salud mental.
Además de talleres de cocina, huerta y otras disciplinas, durante 2024 en el centro, dependiente del Hospital Alejandro Korn de Melchor Romero, se desarrolló un taller literario, comandado por Juan Manitta, usuario del Basaglia y a la vez profesor de Prácticas del Lenguaje y de Lengua y Literatura.
Hoy hablamos de esta experiencia colmada de sensorialidades, colores, historias personales y universales, tragedias y comedias. Experiencia donde las palabras circulan, juegan y crean una conexión vital con “otros mundos posibles”, tal la definición del profesor Manitta.
Pablo tiene 30 años. Nació en La Plata. Algunos recuerdos de su infancia son borrosos. Su mamá falleció de cáncer cuando era muy chico y no tiene relación frecuente con su familia. Dice que desde hace años viene intentando reconstruir su identidad, algo que considera necesario para poder decir "soy esta persona".
Pero antes, un poco de contexto.
Basaglia en TriesteEn esta época de turbulencias e incertidumbres individuales y colectivas, la salud mental está cada vez más presente en conversaciones grupales, debates públicos e informes periodísticos. En Argentina se agrega el hecho de que desde 2010 está vigente una Ley de Salud Mental con postulados muy progresivos pero con inexistente preocupación de las autoridades para su aplicación integral.
Tras la pandemia de covid-19, la revista científica The Lancet publicó un estudio según el cual, a nivel global, en el año 2020 los diagnósticos de depresión aumentaron un 28 % y lo de ansiedad un 26 %. Ese incremento anual es, de por sí, alarmante. Desde entonces esos padecimientos no bajaron y, en muchos casos, se agravaron.
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A esos índices se suma el hecho de que los estudios encarados por las elites académicas suelen esquivar los factores estructurales que llevan a esa situación (que antes de la pandemia ya era preocupante). Por caso, ¿qué rol se les adjudica, en este cuadro, a los enfermizos lazos sociales que organiza el propio sistema capitalista, base de gran parte de esos padecimientos cotidianos? Probablemente, no sepan ni contesten.
En esa estructuración social se inscribe el encierro, temporal o perpetuo, de personas a las que el Estado etiqueta como “incompatibles” o “peligrosas” para la comunidad. Un encierro del que mayoritariamente serán víctimas los eslabones más débiles de la clase trabajadora, a quienes el capital declara “descartables” tras exprimir sus capacidades de producir plusvalía.
Más allá de la crisis actual, el asunto viene de larga data. En la década de 1960 fue el psiquiatra italiano Franco Basaglia uno de quienes pusieron el dedo en la llaga del sistema. Dentro de un contexto convulsivo de la lucha de clases mundial, él protagonizó desde los hospitales de Goritzia y Trieste una experiencia alternativa al “encierro”.
Crítico del capitalismo, Basaglia teorizó con “el otoño caliente italiano” de fondo, esa gesta obrera y estudiantil tan emparentada con el Mayo francés, la Primavera checoslovaca o el Cordobazo argentino.
Franco Basaglia junto a colaboradores y usuariesEn La condena de ser loco y pobre, Basaglia escribió: “Una de las principales prevenciones de la locura y de la enfermedad mental es la lucha contra la miseria”, ya que “cuando entramos en un manicomio lo que tenemos frente a nosotros es la miseria. ¿Cómo se puede saber si un habitante de juquieri está loco? la primera cosa que hace cuando nos ve es pedirnos limosna y preguntarnos ¿cuándo volvemos a casa?”.
Certero, El psiquiatra italiano agregaba: “La opresión, la institucionalización, no tiene que ver sólo con el enfermo mental o el manicomio, sino con la estructura social en su totalidad, el mundo del trabajo en todas sus articulaciones. La fábrica en la que el obrero trabaja es tan alienante como el manicomio”.
Basaglia propuso terminar con el encierro y encarar procesos terapéuticos que dejaran de tomar a los enfermos como objetos y reconocieran a les profesionales de la salud mental en su rol transformador de esas subjetividades. Organizó asambleas entre laburantes y pacientes, donde la palabra circulaba libre y las decisiones se compartían. Años después el Parlamento italiano votó la “Ley Basaglia”, en un reconocimiento a sus ideas.
Oscar tiene 63 años, nació en San Fernando y trabajó muchos años en la construcción. Dice que tiene un hijo viviendo en Estados Unidos, se declara conocedor a fondo de cada signo astrológico y no parece haber cosa sobre la que no tenga una posición tomada. Hace diez años que es usuario del Basaglia. Cuenta que en el pasado estuvo preso "por pegarle a seis policías en Lanús, no me podían parar hasta que me esposaron y me mandaron adentro".
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Basaglia en La PlataEn 2008 se bautizó “Franco Basaglia” a uno de los centros de salud mental para la externación de usuarios que se desprendía del Hospital Alejandro Korn (sin dejar de estar bajo su órbita). Aún faltaban dos años para que en Argentina se promulgara la Ley 26.657 de Salud Mental. Esa norma, promulgada por amplia mayoría de diputados y senadores, contiene en su articulado bastante de la “Ley Basaglia” y de progresivas experiencias previas en Río Negro, San Luis y la Ciudad de Buenos Aires.
Pero a 14 años de su promulgación, la norma sigue siendo resistida desde el mismo entramado institucional. Nunca se alcanzó a destinar el 10 % del presupuesto nacional de salud, tal como lo explicita la norma. Y mientras sectores ultraconservadores culpan a la ley de “no servir para nada”, el Estado siempre desfinanció su aplicación, manteniendo el modelo del “hospital psiquiátrico”.
Buena parte del sistema, incluso, sigue en manos de empresarios que sólo lucran a costa de la salud mental ajena. Recientemente una banda de marcenarios recibió muy duras condenas judiciales por mandar a la muerte a cuatro usuarios alojados en la granja Resiliencia San Fernando de Pilar. El encierro y la estigmatización siguen siendo norma.
No es casualidad que muchas y muchos usuaries de El Basaglia consideren familia a buena parte de las y los profesionales que les acompañan al tiempo que marcan distancia y critican con dureza la gestión de las autoridades estatales. Porque hay quienes desde ese espacio ubicado en una de las márgenes del casco urbano de La Plata quieren combatir contra la naturalizada arquitectura manicomial que aún, en pleno Siglo XXI, mantiene oprimida a esa porción de seres humanos a las que (casi) nadie duda en llamar “locos” y “locas”.
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Juan Manita interviene en el último encuentro del año del Taller Literario Conectar mundos posiblesLunes, 9:30. Una mañana de un diciembre de un año que pareciera no querer terminar. En El Basaglia ya hay una veintena de personas, entre usuaries y profesionales. No todas se sentarán alrededor de la mesa de la galería que hace las veces de aula para el taller literario. Las tareas son varias y en simultáneo.
El taller arrancó a mediados de abril, luego de que Pamela, la acompañante terapéutica (AT) del centro, le propusiera a Juan armarlo. Con la mirada fina que le da a ella y sus pares (sobre cuya situación se habla al final de esta crónica) el rol de acompañamiento permanente, Pamela pudo ver las potencialidades transformadoras de un espacio así. Porque más allá de las diversas afecciones mentales, como en cualquier grupo humano allí también habitan muchas cosas saludables.
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Juan, también usuario del servicio de salud mental, hacía poco se había recibido de profesor de Prácticas del Lenguaje y de Lengua y Literatura en el Instituto Superior de Formación Docente n° 9 de La Plata. Hoy es el último encuentro del año. Se reabrirá luego de un receso de verano.
Carlos se mantiene callado. Muy atento a la conversación, pero parece preferiri no hablar. El cronista no logra dilucidar cuánto hay de timidez en eso. Pero pregunta igual. Sólo lanza un par de palabras. "Leo de todo y hago canciones". El resto completa diciendo que él es muy estudioso, que tiene una bilblioteca propia y que es uno de los que nunca faltan al taller.
Como coordinador, Manitta propone al resto hacer una especie de “devolución” de lo vivido durante el taller. Siempre desde la horizontalidad compartida. Aunque a este encuentro no fueron todos (hubo lunes en los que llegaron a ser una veintena de participantes), el intercambio no pierde riqueza ni polifonía.
Ese día también participa Candela, una estudiante de Psicología de la UNLP que, junto a otres compañeres de esa facultad y de la Periodismo, se sumaron al taller en el marco de un proyecto de educación formal alternativa que conecta a la universidad con la comunidad. Aprovechando el cierre, ella llevó un podcast de 12 minutos, con las voces de les usuaries, realizado en el marco del proyecto.
El grupo escucha la pieza sonora que emana del teléfono de Juan. Apenas arranca la grabación aparecen expresiones de vergüenza o timidez, pero cuando se van escuchando a sí mismos, sus ojos brillan y asoman las sonrisas. Todo entre mates y porciones generosas de una torta que Pamela llevó para la ocasión.
Se escucha a Juan decir que el taller “es un espacio de encuentro, donde cada uno pueda aportar lo que más le gusta, contar experiencias, nutrirnos y, de alguna manera, celebrar que estamos juntos”. Enseguida aparece la voz de Pablo: “Nos hace sentir bien leer una poesía cuando estamos tristes, cuando estamos mal. De nuestra mente y pensamiento surgen palabras que no pensabas que iban a surgir, poesías, ideas sobre cómo es la vida”.
El audio gana en intensidad. Nahuel (el mismo de la crónica del año pasado) relata un texto de su autoría donde “El Basaglia” hace las veces de escenario. Luego aparece Oscar afirmando que “la salud mental es la base de la vida, de la esperanza, de estar bien con todo, de unirnos para mejorarnos todos los días”. Juan regresa citando a Sigmund Freud y León Gieco sobre “la felicidad”. Le sigue Pamela dando su punto de vista sobre el asunto.
Promediando el podcast Marcelo lee “La esperanza”, obra colectiva del taller: “Hay distintos tipos de esperanza. O no. La esperanza de que llegue el tren a tiempo. La esperanza de vivir. Esperanza para el amor. Esperanza para dimensionar lo que te digan. Esperanza para superar la angustia al hablar con alguien. Esperanza de que Dios nos ayude. Esperanza de ser feliz. Esperanza de tener una buena vejez. Esperanza de construir unidad y unidos… Para poder construir esperanza”.
Pamela toma la posta y lee otro de los textos elaborados colectivamente. “Identidad, las cosas que nos gustan hacer. Nos gustan los perros, los gatos. Me gusta participar en el taller literario, jugar al fútbol, el tango, leer, el teatro, trabajar, tomar mate, el asado y la milanesa a la napolitana. Elegir la familia. Reflexionar y debatir. Construir en conjunto. La infancia, la historia y los pasatiempos. Las artes marciales y los dibujitos. Todo esto forma parte de la identidad individual y colectiva”.
El podcast termina con una canción de Nahuel interpretada por su banda, Avalancha de Rimas. Cuando termina la música, los aplausos emergen espontáneamente y les siguen los más diversos comentarios.
Mate y torta, condimento infaltable del Taller LiterarioJuan dice que en el taller se sintió muy bien y que, al ser su primera experiencia como flamante docente, aprendió mucho al coordinarlo. “Traté de dar un contenido para que, a través del trabajo de lectura y escritura, pudiéramos conectar con otros mundos posibles. Me llevo algo importante, el tema de la obra colectiva”, afirma y hace circular la palabra.
Nahuel coincide al decir que el taller le sirvió mucho, ya que hubo “lecturas interesantes” que le “hicieron pensar” y “sacar conclusiones propias”. Oscar valora que gracia al taller logró “tener más diálogo” y que esos encuentros lo ayudaron “a respetar que todos hablemos y dejemos hablar”. Pablo suma una cuota anímica nada despreciable: “Me pasó varias veces de llegar medio bajoneado y apenas Juan se ponía a leer algo me cambiaba el humor y me subía la autoestima. Después no quería que se terminara el taller”.
Juan destaca que “hubo mucho compromiso con el taller, nunca dejó de hacerse aunque un día fuéramos pocos, lloviera o hiciera mucho frío”. Y enumera parte de la materia prima que llevó para trabajar en estos meses. Allí aparecen Roberto Arlt, Julio Cortázar, Marisa Wagner, Raymond Carver, Pedro Lemebel, Charly García, The Beatles, No Te Va Gustar, Moris, el 1° de Mayo, las Islas Malvinas, el Che Guevara y hasta mitos griegos como el de Filemón y Baucis y el de Eco y Narciso.
Además de lo adquirido por formación profesional, Juan encara el taller desde la firmeza de sus valores humanos. El respeto a quien está enfrente, no considerarlo con una “jarra vacía” a llenar con letras y signos, la democracia en el reparto de la palabra. Sin esas coordenadas hubiera sido imposible, por ejemplo, hablar de las alucinaciones tomando como disparador el rock psicodélico de Pink Floyd.
Personajes realesDurante años “El Basaglia” funcionó en una casona, a pocos metros del Ministerio de Salud bonaerense. Pero en 2023, con el contrato de alquiler vencido, los propietarios amenazaron con el desalojo. La indiferencia de muchos funcionarios fue alarmante. Para visibilizar la crisis, usuarios y trabajadores protestaron en las calles. Finalmente pudieron mudarse gracias a una vecina de Tolosa que, enterada de la situación, ofreció su propiedad a cambio de un módico alquiler.
“El Basaglia es para mí como mi familia, cuando vengo acá estoy contento y feliz, me río, lloro, me pongo renegón”, dice Pablo, casi como si le estuviera respondiendo a quienes ven en él y sus compañeros más un “déficit fiscal” que un grupo humano. En el podcast otro había dicho que allí se siente “muy cómodo de ver a los compañeros que están tranquilos, tomando mate”.
Por último, Juan destaca que en el centro “se trabaja en comunidad, a diferencia de otros lugares donde se trabaja desde la patalogización y lo individualizante. Acá se trabaja desde el vínculo. Como decía Franco Basaglia, detrás de cada enfermedad mental hay un conflicto social. A mí este lugar de encuentro me aporta compañía, buena onda”. Y valoriza que sea un lugar de acceso gratuito, en un contexto de crisis donde “es muy difícil pagar consultas a un psiquiatra y comprar medicación”.
Acompañantes terapéuticos en lucha Trabajadoras y trabajadores de la salud, siempre en luchaImposible terminar esta crónica sin mencionar que el conjunto de las y los acompañantes terapéuticos de la provincia de Buenos Aires lleva años peleando por su reconocimiento profesional. Mientras batallan día a día por la salud mental en condiciones muy precarias, en territorio bonaerense no hay ninguna ley que les contemple. De hecho hubo diversos proyectos para reconocer su trabajo, pero perdieron estado parlamentario sin ser tratados.
En agosto de 2024 el bloque del Frente de Izquierda Unidad presentó en la Cámara de Diputados un proyecto propio, elaborado junto a la Asamblea de Acompañantes Terapéuticos en Lucha y pensado para dar una respuesta integral a las demandas de quienes realizan una tarea central, con cada vez mayor demanda de la población, pero sistemáticamente destratada y ninguneada por los gobiernos.
Como había otros dos proyectos presentados con anterioridad, a instancias de otros bloques, que aún mantenían estado parlamentario, finalmente se logró la redacción de un proyecto unificado. La propuesta ya obtuvo dictamen favorable de la Comisión de Salud, pero aún no fue discutida en las comisiones de Presupuesto y de Asuntos Legislativos. Es decir, lleva meses frenada.
El bloque oficialista de Unión por la Patria tironeó para que el proyecto recién se vuelva a tratar en marzo, con el argumento de que antes quieren tener la opinión del Poder Ejecutivo. Es decir, de los mismos funcionarios que llevan años garantizando la precarización laboral y justificando el ajuste permanente en el área de salud.
Hablar con la verdad es base indispensable para una buena salud mental. Algo que no parece formar parte del decálogo de principios de quienes conducen las instituciones del Estado.
Intercambio de palabras, abrazos y risas en el Taller Literario
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