Un patrimonio centenario que todavía espera el reconocimiento provincial
La vieja casona de los Luro, enclavada en la estancia San Adolfo, en cercanías a Hilario Ascasubi, es el fiel reflejo de una época de ostentación, de plata dulce y de grandes obras. Una construc...
La vieja casona de los Luro, enclavada en la estancia San Adolfo, en cercanías a Hilario Ascasubi, es el fiel reflejo de una época de ostentación, de plata dulce y de grandes obras. Una construcción gigante en medio del campo, con tres niveles de construcción, materiales traídos de cualquier parte del mundo y mucha ostentación.
Ese edificio, que este 2024 cumplirá un siglo de vida, lleva desde hace años esperando un reconocimiento provincial que la declare patrimonio histórico, como bien merece su leyenda.
Comenzada a construir a principios del siglo pasado, en 1912, fueron 12 los años que tardó en ser terminada, en momentos en que los Luro eran dueños de gran parte de aquella zona, en una superficie que iba desde la ruta 3 hasta el mar Argentino, y del río Colorado hasta Cabeza de Buey. Por ese entonces, el área era de unas 10 mil hectáreas; cuando se realizó la división de las tierras, la Casona quedó en manos de Carlos Luro (h) y, hoy, ese campo quedó reducido a poco más de 170 hectáreas. Debido a distintas deudas, su dueño debió desprenderse de ella, hasta que pasó a manos de la Provincia, que le ha dado varios usos a lo largo de los años.
Sin embargo, el paso del tiempo ha dejado muchas marcas en la ya centenaria construcción, con roturas y modificaciones llevadas a cabo sin ningún criterio de conservación de patrimonio. De ahí la necesaria intervención del Estado para cuidar y preservar el lugar.
La casona fue construida con materiales traídos de Europa, caracterizada principalmente por la simplificación y sobriedad de las formas arquitectónicas, basadas en líneas puras, simetrías y proporciones, donde predomina la horizontalidad lo que da sensación de equilibrio. Sus rasgos constructivos corresponden al estilo arquitectónico colonial neoclásico.
Por ello, tomando como base la relevancia histórica y arquitectónica de este lugar, hace varios años fue presentado un proyecto de ley en la Cámara de Diputados de la provincia de Buenos Aires, para que la construcción fuera declarada Patrimonio Cultural y Monumento Histórico y, de esta manera, quedara incorporada al Patrimonio Cultural bonaerense en los términos de la ley 10.419.
A partir de esta declaración, el Ejecutivo provincial, a través de los organismos competentes, tendría a su cargo la conservación y preservación del lugar.
Sin embargo, seis años después de su presentación, el proyecto se encuentra dormido en alguno de los despachos de la Cámara Baja. Iniciativa de la diputada Fernanda Bevilacqua, hasta el momento han debido realizarse un par de presentaciones luego de que perdiera estado parlamentario. En 2023 se estuvo muy cerca de su aprobación, pero se solicitaron nuevos planos.
“Hay intención de aprobar el pedido, pero todavía debemos presentar más información”, aclaró la legisladora.
Desde 2009, es Monumento Histórico de Villarino, junto a sus predios y edificios, a través de la ordenanza 2.240.
La Casona cuenta con una superficie de 850,64 metros cuadrados, distribuida en dos plantas y un sótano. La planta baja está conformada por 14 habitaciones, las cuales suman un total de 533,82 metros cuadrados, mientras que los 316,82 metros cuadrados restantes distribuidos en 12 habitaciones en la planta alta. Todos los ambientes están relacionados entre sí, mediante pasillos o aberturas.
Ambas plantas se conectan entre sí por medio de una escalera, ubicada en el centro de inmueble, revestida principalmente de madera. Por la planta alta además, puede accederse a dos amplios balcones ubicados sobre los lados norte y sur, los cuales poseen en su perímetro una balaustrada de hormigón, en función de protección y decoración. Sus muros fueron construidos de ladrillones aberturas de madera y hierro, revestimientos de revoque, madera y cerámico, pisos de parqué y baldosas.
A pesar de las décadas de antigüedad, la edificación se encuentra en estado compasivo de conservación, pero haciéndose evidente el desgaste y deteriorados de muros y principalmente de revestimientos, por las filtraciones de humedad. Dicho deterioro se refleja también en las aberturas tanto exteriores como interiores. No obstante ello, las actividades allí desarrolladas, fueron suspendidas ya que, los demás edificios y algunas paredes de la Casona, cuentan con peligro de derrumbe.
La declaración como Patrimonio Histórico Provincial tiene por fin no solo sostener y mantener el monumento, sino también conservar la historia y los cimientos de nuestra identidad como pueblo, puesto que el Estado Provincial procura en su carta magna preservar, enriquecer y difundir su patrimonio cultural, histórico, arquitectónico, sin perder como evidencia, que esta ley armoniza con las peticiones de los vecinos del distrito de Villarino y la necesidad de jerarquizar el turismo en la zona.
Fundamentos
Según los fundamentos del proyecto, se busca declarar Patrimonio Histórico Cultural a los edificios y predio que contiene la estancia San Adolfo, ubicada a aproximadamente a unos mil metros del acceso a Hilario Ascasubi, a la altura del kilómetro 794 de la ruta nacional 3.
“La estancia y su casona pertenecieron a la familia Luro, especialmente a don Carlos Luro, quien fuera hijo de Pedro Luro. Muy querido por todos, fue uno de los hombres con mayor fe en la lucha y en el porvenir de las tierras de Villarino”, señala el texto.
A partir de 1905, Carlos fue el responsable de “la transformación prodigiosa de aquella región”, al fundar los establecimientos San Adolfo y San Carlos. “Aquella evolución estanciera, con sus anexos industriales y de selección y mejoramiento zootécnico, involucra las etapas más florecientes del progreso rural del sur bonaerense”, se explica.
Justamente, se indica, su visión se basó en el aprovechamiento de las aguas del río Colorado “para dotar a la aridez de un sistema de riego que haga productiva la zona”. En ese sentido, se cuenta que la estancia San Adolfo contaba con 10 mil hectáreas de siembra, “de excelente calidad, única”, donde “se elaboraban cereales, viñedos y frutales que proporcionaban a su vez vino”. Esto, a su vez, proveía trabajo a los vecinos de la zona.
Finalmente, debido a las deudas contraídas por Carlos (h), la propiedad pasó a manos del Banco Capitalizador Uruguayo, aunque siguió siendo administrada, mantenida y trabajada por muchos años, y en muy buenas condiciones. Posteriormente fue expropiada por el gobierno, durante el gobierno de Juan Domingo Perón, con la finalidad de destinarlo para distribuir lotes y formar una colonia.