Trigo: la trastienda del desafío de alimentar al mundo
El Dr. Norman Ernst Bourlaug (1914-2009), biólogo, genetista, ingeniero agrónomo y profesor universitario estadunidense, recibió el Premio Nobel de la Paz en 1970. Por sus investigaciones, espec...
El Dr. Norman Ernst Bourlaug (1914-2009), biólogo, genetista, ingeniero agrónomo y profesor universitario estadunidense, recibió el Premio Nobel de la Paz en 1970. Por sus investigaciones, especialmente en el cultivo de trigo, es considerado como el padre de la agricultura moderna.
La historia lo recuerda llegando en los cuarenta a la zona del Valle de Yaqui, en el Estado de Sonora, México, donde un acuerdo del gobierno local con la Asociación Rockefeller posibilitaría el desarrollo de investigaciones para mejorar la productividad de cultivos básicos e indispensables para la población, en medio de vaticinios de hambruna como pocas veces visto. La incursión estaba dirigida a mejorar el trigo, el arroz y el maíz.
¿Qué hizo? “Experimentó con la siembra diferentes tipos de trigo, observando y analizando todas sus características. Algunos crecían muy alto, otros eran resistentes a plagas como la roya y los demás tenían alto rendimiento en producción, pero la calidad del grano no era óptima. Con esta información, mezcló variedades con la expectativa de lograr de ellas las características más valiosas”, se explica en www.gob.mx
“Finalmente, pudo desarrollar una variedad de grano de trigo que reunía las características adecuadas como, por caso, resistencia al clima, una estatura baja de la planta para evitar que se trozara con el viento, alta productividad, resistencia a plagas y la calidad de la semillas, entre muchas otras. También estableció parámetros de siembra, cuidado y fertilización de los cultivos, con lo cual estableció un proceso que triplicó la producción de estos granos”, se agrega.
En otras palabras, el gran mérito de Bourlaug fue haber combinado un ilimitado número de variantes para obtener características óptimas de los granos, algo impensado en tiempos en que ni siquiera se pensaba en la secuenciación del ADN del trigo.
El prólogo es una suerte de actualización y viene a cuento de la denominada otra revolución verde: una de cada cinco calorías que se consumen en el mundo proviene del trigo, un detalle no menor para un país, como la Argentina, y para una región, como el sudoeste de la provincia de Buenos Aires, que son proveedoras de ese alimento para la exportación (en calidad y cantidad) y para el consumo interno.
Si ciertamente la población mundial seguirá creciendo, al menos hasta los 9.000 millones de habitantes al año 2050 (hoy somos 8.200 M/H), el consumo de un producto básico como el trigo (léase pan) se supone en alza.
En ese contexto, asoma el legado del genetista británico Arthur Watkins quien, desde principios del último siglo, se encargó de recolectar 827 variedades de trigo, cuyos ADN se encuentran secuenciando un grupo de investigadores del Inglaterra y de China.
Javier Jiménez, comunicador responsable de ciencia, salud y medio ambiente de xataka.com, lo explica de esta manera: “Lo que podría parecer una curiosidad botánica se ha convertido en un recurso invaluable: a medida de que su trabajo avanza, el equipo está identificando genes (hasta ahora) desconocidos, que ya se están utilizando para crear variedades resistentes y con mejores rendimientos. ¿Cómo es posible? ¿No llevamos siglos seleccionando las mejores variedades? Sí y no. Es verdad que en los últimos siglos (y décadas) la adopción de variedades más rentables ha producido una disminución de la diversidad genética del trigo y de todas los cultivos comerciales. Sin embargo, la selección se fue haciendo con respecto a lo que, en cada momento concreto, se consideraba de utilidad”.
También sostiene que el trigo se ha aplicado intensivamente en zonas naturalmente propicias para su cultivo, ya que no hacía falta seleccionar variedades que crecieran bien —y produjeran lo suficiente— en suelos como estos. Pero que, ahora que el consumo no deja de crecer y que los largos períodos de sequía están afectando a comarcas enteras, sí parece relevante.
“El mejor ejemplo es una de las variedades que, como Robin McKie explicaba en The Guardian, se están investigando: las adaptadas a suelos salinos. Incluso, pone más ejemplos, desde resistencia a determinadas enfermedades a variedades que necesiten una menor cantidad de fertilizantes nitrogenados, pero la ambición del equipo va mucho más allá: asegurar el suministro de trigo pase lo que pase”, asegura.
Jiménez también indica que no se trata de una tarea sencilla (cualquier similitud con la empresa encarada por Bourlaug no es mera coincidencia) y añade: “El ADN del trigo está conformado por casi seis veces más bases nitrogenadas que el humano. Eso convierte a la investigación en algo complejo, largo y caro”.
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Fuente: https://www.lanueva.com/nota/2024-8-9-5-0-3-trigo-la-trastienda-del-desafio-de-alimentar-al-mundo