Travesía a Malvinas, parte 2: un emotivo vuelo desde Pringles
La de Roberto Cazes y Alberto Obejero es una historia que combina emoción, aventura y respeto.Juntos, como hace 10 años, acaban de concretar su segundo viaje a las Islas Malvinas en el Ces...
La de Roberto Cazes y Alberto Obejero es una historia que combina emoción, aventura y respeto.
Juntos, como hace 10 años, acaban de concretar su segundo viaje a las Islas Malvinas en el Cessna 182 de Obejero, un avión monomotor que popularmente (y erróneamente) denominamos "avioneta".
Esta vez el viaje lo hicieron con otros tripulantes, distintos a los de 2014: Juan Carlos Guarco y el bahiense Christian Peinemann. Antes, habían ido con Sergio Comerio y Axel Vugdelija.
Obejero es piloto comercial, instructor de vuelo y socio activo del Aeroclub Coronel Pringles y Roberto Cazes, es personal jubilado de la Fuerza Aérea Argentina, de hecho, estaba en la fuerza cuando ocurrió el conflicto.
Ambos comparten el gusto por la aviación y siempre habían tenido el deseo de sobrevolar el Atlántico y llegar a Malvinas. Y tras lograrlo, en octubre de 2014, ahora decidieron revivir la experiencia aunque con otros matices.
Así se lanzaron a aterrizar una vez más en este destino cargado de significado para los argentinos.
"Charlando con Alberto, con quien siempre viajamos y hacemos navegaciones largas, decidimos hacer la travesía", comentó.
"Es una inquietud que los dos tuvimos desde siempre. Y además, por haber estado en la Fuerza, esta travesía tenía un condimento especial para mí", confió Cazes a La Nueva.
En las islas, tuvieron la oportunidad de ir al cementerio de Darwin, de los soldados argentinos caídos durante la guerra y recorrer los lugares donde se desarrollaron las batallas.
"Lo que más impacta es poder llegar a las islas en un vuelo propio, que es una aventura aeronáutica. Cruzar el Atlántico en un monomotor es emocionante. Hubo un momento en el que, desde el aire, veíamos solo oceáno: eran 360 grados de ver solo mar. Ya eso solo es una linda experiencia", destacó.
"Además, poder estar en un sitio histórico, donde pasó algo que llega tanto a los argentinos es algo único y que conmueve", señaló.
Para concretar este proyecto debieron mandar un mail a la Dirección de Aviación del gobierno de las islas solicitando autorización y llenar un formulario con los requisitos solicitados: datos de la aeronave, de las personas y el motivo del viaje.
"Te exigen que tengas un alojamiento reservado y confirmado, pasaporte, y te dan estadía por una semana sin posibilidad de trabajo. También hay que avisar a Cancillería mediante una notificación", detalló.
Los viajeros coincidieron en que los habitantes locales, conocidos como kelpers, los recibieron con cordialidad y amabilidad aunque con ciertas restricciones: no se permite mostrar ni fotografiar banderas argentinas.
“Sin embargo, con respeto y solicitando permisos, ellos te brindan la asistencia necesaria y te permiten sacar otras fotos", dijo.
"Uno también se maneja con respeto y pidiendo permiso. En el aeropuerto y la torre de control nos prestaron la computadora para consultar los datos meteorológicos", resaltó.
Cazes subrayó especialmente el apoyo que les brindó el Aeroclub de Río Gallegos: "Es una institución de excelencia con gente maravillosa que habita la Patagonia austral".
Justamente en Río Gallegos, los 4 tripulantes (todos integrantes del aeroclub de Coronel Pringles) hicieron escala antes de cruzar el océano.
El jueves 21, a bordo de la aeronave aterrizaron en Puerto Argentino, para permanecer durante cinco días en las Islas Malvinas.
A su regreso, el 25, hicieron nuevamente escala en Río Gallegos, donde fueron recibidos con todos los honores.
Juan Carlos Guarco comentó que el recibimiento fue "increíble".
"No entendía nada, bajé del avión y alguien me tomó del brazo y me llevó con el secretario de Gobierno de Santa Cruz. Me dijo: 'quiere saludarte'. Me habló de agradecimiento y me preguntó si podía darme un abrazo", contó.
Mencionó que afortunadamente les tocaron días atípicos en cuanto al clima en Malvinas y que ello les permitió disfrutar más la experiencia.
"Fueron días hermosos, totalmente atípicos, pero lógicamente estábamos bien abrigados", añadió.
Guiados por otro argentino que trabaja con estas visitas, recorrieron zonas emblemáticas donde se llevaron a cabo los combates en 1982.
Guarco reconoció que estar ahí, en ese suelo, es ver las marcas de la batalla.
"Ves donde estuvieron los soldados argentinos. Se conservan los lugares porque a ellos (los isleños) no les interesa. Con mis compañeros hablamos de lo que debe haber sido ese momento, en las condiciones en que estaban. Tremendo", agregó.
En el lugar, pudieron tomar imágenes y grabar videos que luego compartirán con la sociedad.
Sin dudas un viaje que quedará grabado en sus corazones, con significados que solo ellos conocen y, en muchos casos, difíciles de procesar y poner en palabras: ¿habrá tercera parte? (Anahí González Pau y Rogelio Gómez, de Agencia Pringles)