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La Moderna, una perla de Dufaur: el viejo almacén que venció al olvido

Audionota: Marina LópezAlgunos cambios llevan tiempo aunque, muchas veces, en este mundo alborotado y frenético todo parezca estar al alcance de un clic.Sin embargo...

La Moderna, una perla de Dufaur: el viejo almacén que venció al olvido

Audionota: Marina LópezAlgunos cambios llevan tiempo aunque, muchas veces, en este mundo alborotado y frenético todo parezca estar al alcance de un clic.Sin embargo...

Audionota: Marina López

Algunos cambios llevan tiempo aunque, muchas veces, en este mundo alborotado y frenético todo parezca estar al alcance de un clic.

Sin embargo, aún existen personas que luchan, no durante un mes o un año, sino durante décadas, para cumplir sus sueños.

Es el caso de la familia que lleva adelante La Moderna, el último almacén de ramos generales de Dufaur —un pueblo del distrito de Saavedra, a 95 kilómetros de Bahía Blanca— y el único que sigue en pie, declarado Bien Patrimonial en junio de este año, y devenido en restorán de campo: un exquisito espacio en el que la historia y la identidad se abrazan en múltiples objetos antiguos recuperados por los propios pobladores.

La Moderna es el resultado de un gran esfuerzo familiar con la misión de preservar la memoria y construir un presente dinámico en un pueblo de 176 habitantes.

Comenzó a gestarse en 2010, cuando una reunión para formar un grupo de turismo rural despertó la idea en esta familia de recuperar el viejo almacén de ramos generales, uno de los ocho que existieron en Dufaur. Finalmente, en 2021, el edificio abrió sus puertas, transformado en un restorán de campo y un espacio cultural.

La familia adquirió la propiedad en un remate judicial en 2006, y con el tiempo, vecinos y gente de la zona comenzaron a donar objetos históricos que, hoy, en día llenan las estanterías del lugar.

Anabela Cleppe, entusiasta y promotora del proyecto, quien tracciona junto a su marido Marcelo Santillán, sus hijos Branco, Azul y Matías, su hermana Marisol, su cuñado Norberto, su sobrina Morena, su madre Alicia y su suegra Ilda, mencionó algunos de los tesoros que más asombran a los visitantes que llegan desde la zona y el país a conocer el lugar.

“En el espacio contamos con varios objetos destacados: una cafetera antigua Aicardo Urbe de 1930, aproximadamente, con la que aún se prepara el café, y la central telefónica de ENTEL del pueblo, que funcionó hasta 1995 y que más de una vez vuelve a encontrarse con alguna operadora que con nostalgia recuerda su trabajo”, contó.

“Además, conservamos el telégrafo donado por la familia de uno de los jefes de correo y una escardadora de nuestra abuela del corazón, quien hacía colchones de lana, entre muchos otros”, comentó.

No sólo es un lugar para disfrutar de la gastronomía, La Moderna es un motor cultural que organiza actividades y eventos durante todo el año. Desde actuaciones de bandas locales hasta obras de teatro y talleres, el espacio se ha convertido en un punto de encuentro para la comunidad. Además, participa activamente en la Red de Turismo Rural del Centro Sur de la Provincia de Buenos Aires, como integrante del grupo Raíces de Campo, lo que fue clave para su sostenibilidad y crecimiento.

Emociona ser testigo del trabajo que se ha realizado en el lugar para que hoy luzca impecable y moderno, pero sin perder ese aura de viejo almacén. Una perla local al rescate de lo más valioso de un pequeño pueblo: su memoria.

Cuando lo adquirieron, el espacio estaba abandonado y en un estado de deterioro avanzado; debieron levantar los pisos de madera y hacerlos desde cero, una ardua y costosa tarea, así como la limpieza (había kilos de basura) y el reacondicionamiento de techos, aberturas y paredes.

“Ante un edificio casi en ruinas, cuyo interior era papel desparramado por todos lados, vandalismo y abandono; nada fue fácil”, recordó.
“Muchas veces entraba, me arrinconaba, contemplaba, me paralizaba. No sabía por dónde empezar, qué hacer”, rememoró.

En esas incursiones llenaron dos camiones de papel para reciclar y quemaron otro tanto irrecuperable, mojado.

“Sabíamos que cada documento era parte de la historia, fuimos barriendo, limpiando, acomodando cada rincón. Fuimos descubriendo un lugar lleno de encantos”, dijo.

“Luego de la limpieza vino la recuperación, intentando que al menos el salón quedara lo más genuino posible. A veces, con escasos recursos, se fueron reconstruyendo los pisos y las aberturas”, expresó.

Fue un duro trabajo de varias generaciones en pos de mantener viva la historia de Dufaur. Hasta la propia Anabela, su mamá y su marido tomaron un curso de carpintería que dictaba el Centro de Formación Profesional Nº 401 para recuperar el espacio.

Para Anabela, como seguramente para tantos que viven en el pueblo desde antes de la década del 80 (cuando el almacén cerró sus puertas), la construcción de ladrillo asentada en barro, de anchas paredes y aberturas de madera, no es un lugar más. Es el reducto donde bailan los recuerdos de la infancia, que aparecen más o menos borrosos, más o menos reales, y que invitan a un viaje en el tiempo.

“Con vagas imágenes recuerdo haberlo visitado con mi abuela para hacer alguna compra. Ese salón que en mi infancia veía gigante, con sus estanterías cargadas de mil cosas que me despertaban curiosidad; ese aroma particular que aún creo percibir, me une a mi infancia. Siempre fue un lugar especial para mí”, confió.

“Me transmite paz y esperanza, me significa esencia, simpleza. Nunca me atreví a entrar a esa casona abandonada que fue por casi veinte años, pero cuando mi esposo la adquirió en 2006, sentí una inmensa alegría, la sensación de que algo pasaría allí, a pesar de que su valor en ese momento estaba en el vasto galpón del fondo del patio”, mencionó.

—¿Están satisfechos con el resultado obtenido hasta ahora? ¿Hay nuevos desafíos para La Moderna?

—Estamos satisfechos con lo logrado hasta el momento. Nuestro gran desafío es recuperar todo el edificio y sostener la actividad.

—Una mirada desde adentro, según sus protagonistas: ¿Qué aporta La Moderna a Dufaur en sentido de arraigo, identidad, saberes y sabores?

—La Moderna es un edificio que terminó de construirse en 1901, que fue la sede en la que se idearon muchos proyectos locales, funcionó como delegación municipal por un tiempo y, en sus archivos, se guarda parte de la historia comercial de la localidad. El edificio fue declarado bien patrimonial el 13 de junio del corriente año. Constituye un lugar emblemático y referencial en cuanto a la identidad local.

—¿Cuál es el secreto o la clave de su funcionamiento?

—Fue clave el trabajo asociativo desarrollado como miembros del grupo de turismo rural Raíces de Campo del programa Cambio Rural, lo que nos llevó a formar parte de la red. Es lo que nos permitió sostenernos en el tiempo, capacitarnos y crecer.

La historia del edificio y sus vaivenes

“Hasta hace poco tiempo, en el torbellino de las acciones de recuperación y de reconstrucción que nos movilizaban, nos conformábamos con saber que se trataba de un almacén de ramos generales de principios del siglo XX, perteneciente a la firma Jacinta F. de Schulman e Hijos. Con el correr del tiempo fuimos descubriendo algunos datos más”, compartió Anabela Cleppe.

En un libro que relata la historia del pueblo se pueden leer algunos relatos que lo citan permanentemente.

En la búsqueda de información en catastro para gestionar las escrituras, la familia que adquirió el edificio se encontró con que fue terminado en 1901, siendo propiedad de Alicia Dumond de Puerta. Luego, en 1913 pasó a manos de la firma Jacinta F. de Schulman e hijos. Y, aunque no figura registrado en los documentos, parece haber sido posesión de alrededor de dos propietarios más, para finalmente en el año 2006, ser adquirido por Marcelo Santillán (en un remate municipal).

“Todos estos datos nos sitúan ante una edificación que se constituye en una de las más antiguas del pueblo, de 120 años, en el único almacén de ramos generales que queda en pie de los ocho existentes, sede de la delegación municipal antes de que en 1930 se construyera su edificio actual, testigo centenario del esplendor comercial allá por 1950, pero también vestigio silencioso de la decadencia”, expresó.

El almacén cerró sus puertas en la década del 80, para convertirse en una casa en ruinas hasta que sus actuales dueños pensaron en darle una nueva oportunidad.

Como en casa: una propuesta de platos simples preparados con amor

La oferta gastronómica consiste en platos simples, extraídos de la cocina hogareña que ofrece calidad en sus productos frescos, en la dedicación para su elaboración y en la calidez de los detalles. 

La decoración es campera, sencilla: con regaderas de chapa repletas de ramos de lavanda y eucalipto medicinal a modo de floreros sobre una mesa con manteles rústicos.


La Moderna es el resultado de un esfuerzo familiar para preservar la memoria y construir un presente dinámico en un pueblo de 176 habitantes.

Los aromas de la sopa de “mamá Alicia” que acompaña un sustancioso puchero, las empanadas de carne, las carnes al asador, el pollo de campo a la pizza o al disco, los tallarines caseros, la cazuela de lentejas y chorizos, el pastel de papas y zapallo, conforman los menús por excelencia.

Todos son acompañados por la tradicional picada de campo que reúne en una tabla el trabajo de otros colegas en productos como los quesos del Balcón del Arroyo, jamón crudo, bondiola, chorizos y encurtidos frescos de elaboración propia, pan y galleta de la panadería del pueblo San Salvador.

La familia adquirió la propiedad en un remate judicial en 2006, y con el tiempo, vecinos y gente de la zona comenzaron a donar objetos históricos.

La modalidad de atención es el primer y tercer fin de semana de cada mes, siempre con reserva.

La semana previa al fin de semana en que La Moderna abre sus puertas, se promociona un único menú por día, acompañado por la tradicional picada y el postre.

Anabela Beatriz Cleppe-Marcelo Daniel Santillán. Whatsapp: 291-5664489. Redes: @lamodernaturismo

También preparan meriendas y desayunos. En ellos incluyen alfajorcitos de maizena y el arroz con leche especialidad de Ilda González, su suegra, además de tortas caseras de chocolate, manzanas y limón. Acompaña este momento un plato que remonta a la infancia, la maizena con leche y azúcar quemada.

Desde que La Moderna abrió sus puertas, cientos de personas pasaron. La diversidad es notable, pero en muchos casos la emoción es moneda corriente.

"Infinidades de historias aun esperan ser contadas, estamos trabajando para que ello suceda…". concluyó.

Fuente: https://www.lanueva.com/nota/2024-9-1-5-0-42-la-moderna-una-perla-de-dufaur-el-viejo-almacen-que-vencio-al-olvido

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