Inédito: baja el consumo de la carne vacuna y la culpa no la tiene el precio
No es novedad que el consumo de carne vacuna en el país se haya amesetado en valores mínimos históricos fluctuando —de acuerdo con la estacionalidad— entre los 44 y los 47 kilos por habitant...
No es novedad que el consumo de carne vacuna en el país se haya amesetado en valores mínimos históricos fluctuando —de acuerdo con la estacionalidad— entre los 44 y los 47 kilos por habitante por año.
Sólo a modo de referencia se recuerda que en la década del 60 se llegó a consumir poco más de 100 k/h/a y a partir de entonces, con picos relacionados a circunstancias económicas y sociales, en la década del 80 bajó a 66 k/h/a y en 2010 encontró anclaje en los 54 k/h/a (tal como en 1915, hace 110 años).
Como nunca, hoy se puede afirmar que esta ecuación no está relacionada con el precio de la carne. No al menos en forma directa, si uno excluye la relación con el poder adquisitivo que, en este último tiempo, representa la otra madre de todas las batallas (junto a la inflación que, en apariencia, va camino a ser controlada).
Veamos.
Un kilo de asado se puede conseguir en Bahía Blanca por 7.900 pesos en el mejor de los casos. También a $ 9.900. Hay cortes de nalga para milanesa a $ 10.500 o de peceto a $ 11.500; bifes anchos a $ 8.000 y tortuguita a $ 7.500, por citar los menos económicos. Porque un corte de aguja se consigue a $ 6.000 y de falda a poco más de $ 5.000.
En la vereda de enfrente, el kilo de helado ya pasó la barrera de los 20.000 pesos. ¿Mucho? Es así porque se debe considerar que la carne vacuna es un alimento premium y, por ende, hay que compararla con un producto de una liga semejante. Es decir, también se puede comprar un kilo de helado por $ 13.000 y por $ 15.000.
Dos referencias más: una docena de empanadas no se consigue por menos de 18.000 pesos (si se cobra $ 1.500 por cada una) y un sencilla tabla de picada para dos personas llega rápido a los $ 22.000.
A los efectos de (evitar) una eventual discusión, aquí sólo se plantean valores de referencia en general, en promedio y sin considerar ofertas de carnicerías, supermercados y demases.
Planteado así, no son pocos los actores de la cadena de la carne que intentan —cada vez con mayor suceso— explicar de qué se trata.
El Ing. Agr. Miguel Angel Schiariti, titular de la Cámara de la Industria y el Comercio de Carnes y Derivados de la República Argentina (Ciccra), aludió a este presente. Pero también al futuro: “Estamos frente al menor consumo histórico. Más: cada año será mayor la caída porque se trata de una estructura diferente. ¿Por qué? Los argentinos cambiamos nuestros hábitos de consumo y tanto la carne de cerdo como la de pollo aumentaron su competitividad de manera significativa”.
La cuestión de preferencia actual también tiene historia.
Para Schiariti, hace 40 años el pollo era considerado un lujo en virtud de su precio, pero hoy con el valor de un kilo de carne vacuna se puede comprar un kilo de pollo, o casi dos kilos de cerdo. Y esta circunstancia que atraviesan dos generaciones tiene una explicación: “El 60 % de la población tiene menos de 40 años y creció consumiendo pollo como hábito alimenticio”, aseguró el directivo —en Infobae.
En el mismo sentido, Roberto Domenech, presidente del Centro de Empresas Procesadoras Avícolas (CEPA), dijo que, hoy, el pollo es un consumo de hábito. Y que el producto llegará a los 47 kilos por habitante por año (léase por encima de la carne vacuna).
En otras palabras, los sustitutos llegaron para quedarse. Como el cerdo, que ya ronda los 17 kilos por habitante por año, cuando en 2000 era de apenas 8 k/h/a y, así, permite que la Argentina llegue a los casi 110 kilos, tal como el registro histórico de consumo de proteínas del país hace un siglo.
Esta relación con las carnes sustitutas mencionadas también se relaciona con el valor final, algo que desde la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR) se estudia en profundidad. Así, se computa un indicador que calcula el precio relativo entre la cotización de la carne vacuna, medida por el kilo de asado, y la de las sustitutas, conformado por un mix de 0,5 kilo de pollo entero y 0,5 kilo de pechito de cerdo (en base a la información del Instituto de Promoción de la Carne Vacuna Argentina, IPCVA).
En tal sentido, se puede proyectar que, aún en este año, la relación entre el asado y el mix se mantendrá sin cambios respecto del anterior en un valor de 1,9. Es decir, con el dinero que cuesta adquirir un kilo de vacuna se pueden comprar casi 2 kilos de sustitutas.
Considerando que el promedio de los últimos 10 años es de 1,7, se concluye que la carne vacuna es más costosa que lo usual respecto de sus sustitutos. Esto es, este otro de los factores que explican la pérdida de participación relativa contra las carnes de cerdo y de pollo.
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