Supongo que siempre es un feo día para morir. Pero en el medio de una o las fiestas, debe ser aún peor.
Cuando ingresé oficialmente a los medios de comunicación, allá por 1.990, ya había comenzado a hablarse diferente en los medios de comunicación argentinos.
El país estaba, en realidad, en una etapa convulsionada de cambios.
Lo que creo, es que Lanata fue producto de aquellos cambios y los llevó al periodismo.
Para muchos de los jóvenes de aquel tiempo, y en especial para los que estabamos iniciándonos, su figura fue trascendental.
Para otros, su valoración llegaría más tarde, pero tal vez por una cuestión etaria, muchos de nosotros nos sentimos totalmente identificados con su estilo disruptivo.
Y así fue durante años.
Fue para mí, un estilo que mezcle juntos con otros grandes periodistas como la rapidez y el humor de Héctor Larrea o la ironía del mismo Mario Pergolini, y que me ayudaron a crear mis “formas” en mis humildes medios de un pequeño pueblo.
Su lucidez, su ironía, su repentización pero sobre todo su estilo disruptivo y frontal, fue lo que más me identifico y cautivo por aquel tiempo cuando creía que mis jóvenes idearios se terminarían imponiendo por el solo hecho de creer tener la razón.
Después vino su mutación, como tantos y como uno mismo, y ya dejé de escucharlo, leerlo, mirarlo o comprar sus libros, como el de Argentinos, que aún conservo en mi casi inexistente biblioteca.
Al igual que muchos, pasé de la predilección al rechazo total.
Pero no por eso dejo de valorar y lamentar que hoy el periodismo argentino perdió a unos de sus mayores exponentes, diría, de casi toda su extensa y rica historia.