Girasol: ¿por qué el jopo exige prevención y alerta temprano?
En la Argentina, la producción de semilla híbrida de girasol destinada para la siembra de cultivos de granos oleaginosos o confiteros se realiza —especialmente— en el extremo sur de la regió...
En la Argentina, la producción de semilla híbrida de girasol destinada para la siembra de cultivos de granos oleaginosos o confiteros se realiza —especialmente— en el extremo sur de la región pampeana y en la norpatagonia.
En campos regados con vertientes de Sierra de la Ventana, y los regadíos del Valle Bonaerense del río Colorado y del Valle Inferior del río Negro, suelen cultivarse más de 10.000 hectáreas de cultivos para semillas.
“La semilla de los parentales que componen el híbrido suele venir del exterior y eso conlleva un riesgo latente de entrada del jopo, cuando proviene de regiones ya afectadas. En este sentido, la prevención y alerta temprano resultan cruciales para evitar una escalada del problema”, dijo el Dr. Miguel Angel Cantamutto, investigador sobre plantas de la flora espontánea vinculada a cultivos de importancia agropecuaria, ya sea girasol, colza, nabo o vicia.
“Como todo proceso invasivo, en las etapas iniciales es de esperar que sólo unos pocos individuos cumplan con la condición de naturalizarse”, añadió.
También señaló que si completan la etapa reproductiva pasando desapercibidos, la elevada capacidad reproductiva conducirá a producir daños de magnitud en pocas generaciones.
“Por eso resulta crucial vigilar los cultivos y actuar en forma temprana antes de la dispersión de las semillas del jopo”, sostuvo.
Asimismo, explicó que antes de que emerja a la superficie del suelo el turión del jopo, las plantas de girasol afectadas aparecen débiles y con escaso crecimiento. Y que, precisamente, la observación de los tubérculos en su sistema radicular puede confirmar que se trata de un ataque del jopo.
“En esos casos resulta crucial matar los turiones antes de que alcancen a semillar, utilizando métodos mecánicos o químicos que, si bien puede afectar a la planta parasitada, detienen la formación de propágulos”, aseguró.
Cantamutto, quien fue director de la EEA del INTA Ascasubi desde noviembre de 2014 hasta diciembre de 2023, compiló una serie de medidas de control junto a los Dres. Leonardo Velasco, de España y Dragana Miladinovic, de Serbia, con el apoyo de Yalcín Kaya, de Turquía, que se han puesto a disposición de quienes estén relacionados con la cadena del girasol.
“Por eso una especial atención se debe prestar al caso de los campos ya invadidos, en los que el empleo de girasoles IMI tolerantes, sumado a la resistencia genética específica, puede resultar una buena estrategia en esos casos”, indicó.
De qué se trataCantamutto recordó que hace unos diez años, en este mismo medio, se advirtió sobre una amenaza biológica que acecha al cultivo de girasol.
“Ya nos referíamos al jopo, una planta parásita que expolia al girasol porque se desarrolla a expensas de las reservas acumuladas por la planta destinadas al crecimiento de sus raíces”, aseguró.
El jopo, Orobanche cumana (broomrape, en inglés) es una planta parásita sin hojas ni clorofila, que integra un amplio grupo de especies emparentadas, mayormente distribuidas en Eurasia, donde es su centro de origen.
Luego del descubrimiento de América, el girasol se introdujo a Europa, inicialmente como planta ornamental, pero ganando luego una fuerte adopción como cultivo alimenticio.
Su alta aceptación como confitura impulsó la migración del girasol hacia el noreste europeo, logrando alta adaptación en las fértiles tierras del sur de lo que es la actual Rusia.
La capacidad reproductiva del jopo es muy alta, ya que una planta puede generar cerca de medio millón de propágulos.n ese proceso, el girasol se encontró coexistiendo con esta planta holoparásita, que evolucionó en forma natural sobre especies del género Artemisia (ajenjo), que forman parte de la flora natural de las costas del mar Negro.
“En pocos años, luego de este malogrado encuentro, dando muestras de su destacada capacidad evolutiva, O. cumana desarrolló adaptación para parasitar al girasol, recientemente introducido desde América”, detalló Cantamutto.
Hacia fines del siglo XIX, el jopo ya generaba grandes pérdidas de cultivos y amenazaba, seriamente, la factibilidad del cultivo del girasol.
Para superar esta limitación, los mejoradores rusos lograron crear variedades con resistencia genética a esta parásita, a la par de aumentar el contenido de aceite de los granos.
“Sin embargo, este mecanismo, logrado a partir de genes de los parientes silvestres del girasol, no fue definitivo. El fuerte intercambio de semilla y grano de girasol impulsó un indeseado proceso invasivo del jopo”, sostuvo.
Primero ocupó regiones girasoleras linderas al mar Negro pero, hacia fines del siglo XX, también había invadido regiones del oeste europeo, del norte de África y de China central.
Ese devenir geográfico, estuvo acompañado —según Cantamutto— con el surgimiento de nuevas razas de jopo, que superaban las barreras de resistencia genética que se utilizaban. Incluso, hasta hace poco tiempo América se consideraba un continente libre de esta planta parásita. Y, debido a eso, dentro del continente la circulación de granos y semillas de girasol se hacía sin tomar recaudos contra esta maleza.
“Por el contrario, las semillas de girasol introducidas desde los países donde está reconocida debían, y deben, contar con un certificado fitosanitario expedido por un organismo oficial con reconocimiento internacional, que diera cuenta de la condición de estar libre de la semilla de esta maleza”, aclaró.
En otro tramo de la charla, sostuvo que la semilla del jopo puede vivir hasta 20 años en el suelo. Y que para germinar necesita recibir el estímulo de sustancias secretadas por la raíz de girasol en crecimiento.
“Luego de inducida la germinación, el jopo penetra en forma intracelular los tejidos de la raíz y desarrolla un pequeño tubérculo a expensas de los fotoasimidados que la planta genera y envía al sistema radicular”, describió.
También que el impacto de parasitismo puede alcanzar niveles altamente letales, extinguiendo a la planta de girasol sin que exista producción alguna.
“En los suelos altamente invadidos, las plantas parasitadas pueden llegar a afectadas por varias decenas de jopos y el rendimiento del cultivo llega a ser nulo”, dijo.
Luego de la fase subterránea, del tubérculo adherido a la raíz de girasol emerge un vástago floral, similar a un espárrago, en el que se disponen las flores.
“La emergencia de estos turiones ocurre cerca de la aparición del botón floral del girasol. Sus flores son muy fecundas y en pocos días comienza la formación de las semillas”, comentó.
Asimismo, Cantamutto señaló que la capacidad reproductiva es muy alta, ya que una planta puede generar cerca de medio millón de propágulos. También que las semillas del jopo, de prolongada viabilidad en el suelo, son minúsculas e impalpables.
Si completan la etapa reproductiva sin ser advertido, la elevada capacidad reproductiva del jopo producirá daños de magnitud por generaciones.Se trasladan de un campo a otro adheridas a la semilla o grano de girasol, maquinarias, agua de riego, animales, calzado y por el viento”, agregó.
“Y una vez que invaden una parcela condicionan, hasta que se logre su control, la rotación de cultivos por más de una década”, indicó.
“Debido a la permanente emergencia de nuevas razas, el trabajo de mejora genética del girasol debe mantenerse muy activo y aplicar las más modernas herramientas biotecnológicas”, expresó.
Se considera que, actualmente, existen unas siete u ocho razas, aunque raramente una población de jopo pertenezca sólo a una de ellas.
Se han caracterizado varios genes de resistencia que, empleando genética molecular, se introducen a los híbridos adaptados al ambiente de cultivo.
Asimismo, la resistencia genética a herbicidas Imidazolinonas (IMI) ofrece una excelente alternativa para disminuir las pérdidas producidas por el jopo.
Las primeras sospechas comenzaron en BoliviaLa Argentina está libre de jopo, pero la reciente aparición de esta maleza en América del Sur nos lleva a agudizar las medidas preventivas.
Durante 2023 se sospechó su presencia en algunos cultivos de girasol en la zona de Santa Cruz, en Bolivia.
Esta primera advertencia, inicialmente abordada con cierto desconcierto, impulsó a que en la presente campaña se realizara un relevamiento exhaustivo de los cultivos, se estudiara la entidad biótica y se perfilaran estrategias para su control.
Bolivia es aportante reconocido a la producción mundial de girasol, con un potencial cercano a 350.000 toneladas anuales, producidas en cultivos altamente concentrados en Santa Cruz.
Modesto Roque, especialista en malezas y el fitopatólogo Guillermo Barea integran un equipo técnico multidisciplinario que está realizando un intenso relevamiento a campo en la región afectada y la caracterización biológica de la maleza.
El estudio de la distribución geográfica —realizado entre junio y agosto 2024, época del cultivo invernal de girasol en esa región— encontró que una fracción cercana al 5 % del área cultivada con girasol se encontraba fuertemente invadida por el jopo.
Si bien la morfología, anatomía y biología de esta parásita son altamente congruentes con las del jopo, resta aún determinar la raza que se trata.
Bajo las condiciones locales, se indicó, muestra una elevada virulencia, alta tasa de crecimiento y amplio rango de hospederos.
Se la ha encontrado parasitando varias especies de malezas, incluyendo algunas familias diferentes al girasol, situación que remarca las dificultades futuras que se plantearán para disminuir el banco de semillas del suelo mediante rotaciones.
El jopo, al ser una invasora muy cosmopolita, ha demostrado adaptarse a todas las condiciones agroecológicas en las que se cultiva girasol.Los estudios previos realizados por el grupo de trabajo demostraron que no existen diferencias en los parámetros edáficos y climáticos entre los suelos invadidos y los libres de la maleza.
También se observó que América del Sur posee hábitats con aptitud para esta parásita.
El área actualmente atacada por el jopo en Santa Cruz se concentra en la zona girasolera de San Julián. Dado el alto potencial invasivo, se considera que el jopo podría invadir áreas vecinas en las próximas campañas agrícolas.
El uso compartido de las maquinarias agrícolas pudo ser el vector que trasladó las semillas de jopo a nuevos campos.
Como todo proceso invasivo, el reconocimiento temprano de los primeros focos pudo haber limitado el gran escalamiento del problema.