El futuro de la soja: ¿cuáles son los desafíos para la producción argentina?
La presentación.La producción sojera en la Argentina tiene un impacto directo en 350.000 fuentes laborales; una cadena que se prolonga en 15 provincias con más de 60.000 productores y una...
La presentación.
La producción sojera en la Argentina tiene un impacto directo en 350.000 fuentes laborales; una cadena que se prolonga en 15 provincias con más de 60.000 productores y una repercusión no insignificante en cuanto a exportaciones: alrededor de 20.000 millones de dólares anuales.
En este contexto, la expansión de los mercados de alimentos y biocombustibles, que alienta otros usos de la soja —léase química sostenible o química verde—, aparece como una oportunidad para agregar valor y desarrollo en las industrias de economías regionales.
A través de los años, la soja ha sumado su capacidad industrial en plantas de crushing que, se calcula, puede llegar a procesar más de 70 millones de toneladas anuales. Justamente, esta es unas de las principales debilidades del cultivo.
El Ing. Agr. Rodolfo Rossi, presidente de la Asociación de la Cadena de la Soja Argentina (Acsoja), lo explica de esta manera: “Este año se utilizará sólo el 64 % de la capacidad. Esto genera un alto nivel de ociosidad en la industria aceitera, así como en una eventual importación de granos. En contrapartida, las plantas de Brasil y de los Estados Unidos han incrementado la molienda en el 15 % y el 16 % en los últimos años”.
Este impacto en la capacidad ociosa se advierte de manera relevante en el complejo industrial del Gran Rosario, que posee 20 fábricas de aceite y 19 terminales portuarias.
Pero a nivel intestino no se trata del único inconveniente de la oleaginosa, ya que el rendimiento promedio en nuestro país ronda los 3.000 kilos por hectárea. En este sentido, el potencial —en relación a países productores líderes— está limitado por la proporción de soja de segunda de menor potencial de rendimiento.
También relacionado con la cuestión agronómica, desde Fertilizar AC se precisó que sólo el 44 % de la superficie se fertiliza, lo que asegura nada más que el 60 % de las necesidades de fósforo y el 30 % de azufre.
“Este déficit en fertilización tiene un impacto directo en la reposición de nutrientes y no aprovecha la respuesta del cultivo en los rendimientos. Además, el uso de semilla fiscalizada sigue siendo muy bajo en comparación con las mejores prácticas internacionales, lo que limita aún más el potencial de los cultivos y no aprovecha la ganancia genética que genera la industria de semilla”, explica Rossi, uno de los más destacados fitomejoradores del cultivo en la Argentina y el responsable de la introducción de la soja tolerante a herbicida en la Argentina.
Otro de los aspectos vitales en la producción sojera se relaciona con los derechos de exportación, hoy situados en un récord (por el contexto global) del 33 %. En este sentido, Gustavo Idígoras, presidente de la Cámara de la Industria Aceitera de la República Argentina (Ciara) y el Centro Exportador de Cereales (CEC), quien estuvo en Bahía Blanca la última semana, le dijo a este medio que el citado porcentaje de impuestos respecto del resto de la economía argentina convierte a la soja, que es la principal generadora de divisas del país, en la más castigada.
“Hemos demostrado que una baja (en las retenciones) del 33 al 25 % generaría unos 5.000 millones de dólares para la Argentina al año siguiente; y un aumento de la producción y un crecimiento exportador junto a 97.000 puestos de empleo adicionales. Y, además, no le provocaría pérdidas fiscales totales porque al mejorar el ingreso del productor, aumenta el cobro de impuesto a las Ganancias, o Ingresos Brutos en el caso de las provincias. El Gobierno nos pidió paciencia y nos dijo que no es el momento aún para hacerlo. Y nosotros lo entendemos”, dice Idígoras acerca de la propuesta elevada al ministerio de Economía de la Nación.
Hacia el exterior, la soja enfrenta desafíos como los subsidios; las barreras no arancelarias en temas relacionados a los productos fitosanitarios; otras cuestiones sanitarias y demandas de trazabilidad que incluyen preocupaciones sociales y ambientales y barreras paraarancelarias (aranceles y cuotas).
¿El vaso medio lleno? “A pesar de estos desafíos, la soja argentina sigue siendo una fuente clave para la economía nacional y mantiene la capacidad para producir harina de soja de alta calidad, con un contenido proteico aceptable, de alto contenido de aminoácidos claves para la producción de carnes, con poca fibra, inocuidad y sin aditivos, y que ya ha sido reconocida globalmente”, concluye Rossi.
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