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Cultivos: ¿cómo se trabaja en el país para mejorar el rendimiento y la calidad?

—Desarrollo de líneas de software para optimizar la toma de decisiones agronómicas.—Generación de nuevos conocimientos en fisiología vegetal.—Dictado de talleres y capacitac...

Cultivos: ¿cómo se trabaja en el país para mejorar el rendimiento y la calidad?

—Desarrollo de líneas de software para optimizar la toma de decisiones agronómicas.—Generación de nuevos conocimientos en fisiología vegetal.—Dictado de talleres y capacitac...

—Desarrollo de líneas de software para optimizar la toma de decisiones agronómicas.

—Generación de nuevos conocimientos en fisiología vegetal.

—Dictado de talleres y capacitaciones para productores.

Son los tres puntos clave de un equipo de especialistas del Conicet y de la Universidad de Buenos Aires que estudia las bases de los mecanismos fisiológicos de adaptabilidad de estos cultivos a diferentes ambientes y busca determinar las formas de manejo convenientes a cada situación en el marco de un contexto de cambio ambiental.

¿De qué manera? Por medio de convenios de vinculación tecnológica con empresas nacionales e internacionales del sector agropecuario.

El líder del grupo es el Dr. Daniel Miralles, investigador del Conicet en el Instituto de Investigaciones Fisiológicas y Ecológicas Vinculadas a la Agricultura (Ifeva, Conicet-UBA) y director del Grupo de Investigación en Cultivos Templados de la Facultad de Agronomía de la UBA.

“Trabajamos sobre una amplia gama de cultivos de interés agronómico, como trigo, cebada, trigo sarraceno, colza canola, carinata y soja y para cada uno de ellos planteamos objetivos específicos, vinculados siempre a cómo mejorar su rendimiento y calidad en diferentes contextos y condiciones”, sostuvo.

“Siempre nos enfocamos en preguntas que, aún, no están resueltas o que tienen respuestas contradictorias en la literatura existente”, agregó, ya que en ocasiones estos interrogantes surgen de la propia dinámica del trabajo científico pero, en otras, pueden ser acercados al equipo por empresas u otros agentes del agro. Pero para que nos ocupemos de estas preguntas, también nos tiene que interesar responderlas”, acotó.

El equipo lleva adelante convenios de vinculación tecnológica con empresas productoras de semillas, como Nuseed, Don Mario Semillas, Syngenta-Nidera, Spraytec, Chacra Servicios y DSV y tiene nexos con compañías del sector cervecero, interesadas en mejorar la calidad de la malta que se produce a partir de la cebada que se cultiva en Argentina, como Boortmalt, Maltería y Cervecería Quilmes.

El grupo también se ha vinculado con organizaciones no gubernamentales (oenegés), que involucran agricultores y asesores de agricultores, como la Asociación Argentina de Consorcios Regionales de Experimentación Agrícola (Aacrea) y la Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa (Aapresid).

Aunque todas sus líneas de investigación tienen una sección experimental a campo, y apuntan, mediata o inmediatamente, a dar respuesta a problemas prácticos, no se descuida la importancia de entender los aspectos moleculares y genómicos de la eco-fisiología vegetal. Para esta tarea, generalmente se asocian con grupos especializados en genómica de la Argentina y del mundo.

En este sentido, actualmente tienen colaboraciones con un grupo del INTA Marcos Juárez dirigido por el investigador del Conicet, Leonardo Vanzetti, así como con un laboratorio de la Universidad de Davis, California, en los Estados Unidos.

“Con estos grupos abordamos preguntas y soluciones a nivel molecular. La idea es recorrer el camino que va desde el experimento con cultivos a campo, a nivel macro, hasta a nivel génico o alélico. Hoy, la clave para avanzar en el conocimiento científico es lo multidisciplinario. A fin de tener las llaves de los distintos mecanismos eco-fisiológicos, es necesario subir y bajar de nivel”, sostuvo.

“Para hacer estudios sobre la calidad de los diferentes cultivos, tenemos convenio con centros de referencia como la Cámara Arbitral de Cereales de Bahía Blanca y la Universidad de Rosario, con quienes trabajamos en conjunto”, agregó Miguel Mac Maney, estudiante de doctorado e integrante del equipo de estudio.

Para la realización de los estudios cuentan con un campo experimental en la Facultad de Agronomía, pero también desarrollan experimentos en localidades bonaerenses como Balcarce, Chivilcoy, Pergamino y Baradero.

En el marco de su tarea como investigadores, el equipo de Miralles desarrolla productos que faciliten tomar mejores decisiones, así como reducir la incertidumbre. En este sentido, desarrollaron una línea de softwares llamados Cronos, que permite al usuario, a través de una plataforma sencilla e intuitiva, simular el ciclo completo de una variedad comercial de un cultivo (disponible en el cono sur) antes de sembrarla en una determinada localidad argentina en una fecha específica del año. Esto posibilita a los productores anticipar cuándo ocurrirá cada uno de los eventos fenológicos o estadios ontogénicos del cultivo, como la floración, la madurez y la emergencia y, en función de eso, planificar el momento de la siembra en cada región.

Los Cronos permiten conocer, asimismo, los riesgos de heladas en cada localidad, así como el estadio hídrico (la cantidad de agua disponible en el suelo) para cada uno de los estadios ontogénicos del cultivo. Miralles dijo que esta línea de softwares está basada en experimentaciones básicas y aplicadas.

La serie Cronos ya cuenta con modelos para soja, trigo, cebada, trigo sarraceno, y canola y funcionan también para localidades de Uruguay, Paraguay y Chile, y, actualmente, se están desarrollando en España. Esta línea de softwares ya cuenta con cerca de 70.000 usuarios.

El equipo dirigido por Miralles lanzó recientemente un nuevo software, denominado Cronogen, en el que basta con introducir la combinación génica de una variedad para predecir cómo se va a comportar un cultivo a lo largo del ciclo.

“Esto es un avance enorme, porque los breeders que trabajan en trigo podrían evitar o reducir el número de parcelas para evaluar la duración del ciclo del cultivo. Con sólo tener la información genómica de los materiales usados como parentales va a ser suficiente, algo que hoy ya no resulta costoso”, explicó.

Un tercer software que están desarrollando permitirá predecir los contenidos de proteína en granos de cebada, de acuerdo a la oferta nutricional de nitrógeno en el suelo al momento de la siembra. En el caso del trigo, los científicos trabajan en entender el vínculo rendimiento, calidad y ambiente. El objetivo es conocer la posibilidad de diferentes variedades para adaptarse a contextos y condiciones ambientales diferentes y cambiantes.

“Nos interesa indagar, por ejemplo, la posibilidad de las distintas variedades de trigo de adaptarse al aumento de las temperaturas que ocurre de forma consistente en los últimos años. Esto es, entender el impacto de estos cambios, tanto térmicos como de luminosidad, sobre la productividad y la calidad de los granos pero, también, determinar si determinados manejos pueden mejorar la adaptabilidad a estas nuevas condiciones”, comentó.

De acuerdo con Miralles, lo que está ocurriendo en todo el cono sur es que las temperaturas mínimas, durante la noche, son más altas que registros previos. “Las temperaturas máximas, si bien se han incrementado, también lo han hecho las mínimas y, entonces, la media también resulta más alta”, acotó.

A partir de esta situación, el equipo desarrolló experimentos para ver qué ocurre cuándo se calientan los cultivos de trigo durante la noche. “Se trata de una línea de trabajo novedosa en Argentina y en el mundo para probar qué ocurre cuando se les simula lo que va a pasar a nivel térmico en los próximos 40 o 50 años”, contó.

Además de trigo, esta línea la desarrollan sobre cebada, cuya producción en la Argentina se dedica fundamentalmente a la manufacturación de malta cervecera. El investigador dijo que los cultivos invernales, como el trigo y la cebada, necesitan temperaturas bajas, y si las noches de invierno son más cálidas, es posible que se altere la fisiología del cultivo. Y esto implica la necesidad tanto de buscar nuevas formas de manejo, como de entender qué ocurre a nivel molecular con las diferentes variantes de los cultivos para ver si existen posibles mecanismos de adaptabilidad a las nuevas condiciones.

“El aumento de las temperaturas puede acelerar el ciclo de los cultivos y adelantar el momento de la cosecha. Frente a esta situación podemos modificar variables de manejo como las fechas de siembra, las densidades o los genotipos, para tratar de sostener la productividad y la calidad de los granos”, señala Miralles.

En cuanto a los mecanismos de funcionamiento, lo que buscan, por ejemplo, es cómo los genes de requerimiento de horas de frío (vernalización) responden a los cambios térmicos y cómo impactan sobre el rendimiento y la calidad.

En este sentido, Gabriela Abeledo, investigadora del Conicet en el Ifeva e integrante del equipo, señaló: “Me parece importante destacar que, así como desde la zona de cultivo nos movemos hacia lo que ocurre a nivel genómico o molecular; es decir, hacia abajo, también lo hacemos hacia arriba para analizar la variabilidad climática, no sólo en términos de temperatura, sino ante la ocurrencia de eventos extremos, como pueden ser anegamientos debido a exceso de precipitaciones”.

En trigo y en cebada, además de estudiar los efectos de los cambios en las condiciones ambientales, el grupo —liderado aquí por Abeledo— lleva adelante estudios sobre cómo hacer más eficiente el uso de los nutrientes, especialmente del nitrógeno, para obtener una mayor cantidad de proteína en los granos y, consecuentemente, mayor calidad.

Aunque su campo de investigación es la ciencia aplicada, también han realizado publicaciones en ciencia básica que ha permitido explicar procesos funcionales de los cultivos. “Hemos publicado, por ejemplo, trabajos novedosos vinculados a la dinámica de flores en los cultivos de trigo y cebada desde los años 2000 en adelante. Nuestro trabajo no sólo ha tenido repercusión a nivel de transferencia, como en el caso de los Cronos, sino por investigaciones sobre la fisiología más básica de los cultivos”, sostuvo Miralles.

En el plano de la transferencia tecnológica, distintos miembros del equipo de investigación dictan talleres y capacitaciones para colegas y otros profesionales, que trabajan en empresas y oenegés, que se vuelven conocimientos sobre los cultivos de climas templados generados por el propio grupo.

“Algo que me parece relevante es que cuando hacemos charlas o talleres, a diferencia de otros oradores, la información que damos fue producida dentro del propio grupo y publicada en revistas científicas indexadas con referato internacional”, dijo Abeledo.

“Hay una premisa tácita de que todo aquello que se brinda como un paquete tecnológico, como pueden ser los Cronos, o un taller para productores, se basa en datos propios que fueron evaluados por un referato internacional”, concluyó. (Prensa Conicet).

Bioestimulantes y micronutrientes para los cultivos de soja

La soja es la principal oleaginosa sembrada en la Argentina y una de las principales fuentes de divisas para el país. Sus semillas se procesan para obtener subproductos, como aceites, harinas, y un ingrediente básico para la producción de alimentos balanceados de consumo animal.

Anualmente, en el país se siembran alrededor de 16 millones de hectáreas y se producen aproximadamente unos 50 millones de toneladas de granos.

Actualmente, el equipo dirigido por Miralles realiza ensayos en campos experimentales de soja para probar el funcionamiento de distintos biofertilizantes y micronutrientes en el marco de un convenio con la empresa Spraytec.

“Cada vez más, en el mundo, aumenta la demanda por reducir el uso de fertilizantes inorgánicos e ir hacia la bioestimulación. En este sentido, nosotros estudiamos cómo estos bioestimulantes y micronutrientes afectan la calidad y el rendimiento de la soja”, dijo.

“Las bacterias promotoras del rendimiento vegetal, llamadas rizobacterias por su capacidad de hacer simbiosis con las raíces de la planta pueden, por ejemplo, capturar el nitrógeno presente el suelo o disolver el fósforo para que la planta lo pueda absorber con mayor facilidad”, añadió.

En algunos casos, las bacterias promotoras del crecimiento son combinadas con la administración de fitohormonas (tomadas de la misma planta) por vía foliar, mediante aspersión.

Brassica carinata para aviones y trigo sarraceno para celíacos

La Brassica carinata es una oleaginosa invernal, cuyo cultivo creció en la Argentina durante los últimos años. Si bien el aceite no es apto para consumo humano, sus semillas se destinan a la producción de biocombustible para aviones.

“Nosotros evaluamos qué cultivares de carinata se pueden introducir en la Argentina para producir biocombustible de avión. Para esta tarea, tenemos un convenio con la empresa Nuseed”, dijo Miralles.

Respecto del manejo de otras dos oleaginosas de invierno, como la colza y la colza canola, señaló que el aceite de esta última es de muy alta calidad y que, incluso, pueden ser mejores que el aceite de oliva para el consumo humano. También que ellos tratan de entender —a campo— cuál es el mejor manejo de colza-canola para aumentar la productividad y la calidad del aceite.

El sarraceno es un cultivo de invierno que se usa para reemplazar al trigo en la producción de alimentos sin gluten (aptos para celíacos).

“Hoy existe una sola variedad en la Argentina. Nosotros estamos evaluando distintas variedades para ver cómo se adaptan. Además, buscamos identificar los mecanismos que determina el rendimiento y la calidad de este cultivo”, indicó Miralles.

Fuente: https://www.lanueva.com/nota/2024-7-23-5-0-59-cultivos-como-se-trabaja-en-el-pais-para-mejorar-el-rendimiento-y-la-calidad

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