Locales/Regionales

Algunas reflexiones para este 9 de Julio

Por Jaime Reisvig y Álvaro Urrutia

Por Jaime Reisvig y Álvaro Urrutia

Divididos seremos esclavos,

unidos estoy seguro que los batiremos;

hagamos un esfuerzo de patriotismo,

depongamos resentimientos particulares,

y concluyamos nuestra obra con honor.

Gral. José de San Martín

 

Corrompidos los objetivos de la junta del año XIII, desechadas las propuestas de Artigas (Caudillo de la Banda Oriental – Uruguay, Corriente y Entre Ríos-) y luego del fracaso en la consumación de las relaciones carnales de Alvear y el rey Jorge III del Reino Unido; nuestros patriotas convocan a las Provincias Unidas del Río de la Plata a un Congreso en Tucumán.

            Tucumán fue elegida sede porque se encontraba en el centro del Virreinato y porque las provincias se negaban a que Buenos Aires fuera centro de atención y decisión en temas que afectaba a todas las provincias. En palabras de uno de los congresales “… el nombre porteño esta odiado en las Provincias Unidas o desunidas del Río de La Plata...”

            Electo Pueyrredón como director supremo y confirmado Güemes por este como comandante de la frontera norte, el Congreso se dispuso a debatir la forma de gobierno. Acorde a los nuevos aires reaccionarios europeos, todos estaban de acuerdo en establecer una monarquía constitucional como forma de gobierno. Belgrano propuso encabezar dicha monarquía moderada por un príncipe Inca; aseguraba, no sin cierta lógica, que era la única forma de que las naciones europeas aceptaran la independencia y al mismo tiempo se haría justicia al entronar a un representante de la casa de los Incas.

            Para los porteños esto era inadmisible y ridículo, y propusieron como alternativa una federación de provincias. Las discusiones entre monárquicos y republicanos eran cada vez más acaloradas y empantanaban una posible solución. Entre los apuros de Pueyrredón y la impaciencia de San Martín por la demora, el 9 de Julio de 1816 fue declarada la independencia acompañada por un documento que decía “fin de la Revolución, principio del Orden”.

            Declarada la Independencia por fin se abandonaba el ridículo, parafraseando a San Martín, de tener bandera, moneda, Himno y guerrear contra España pero seguir reconociéndose dependientes.

            Las Provincias Unidas del Río de la Plata eran políticamente independientes, pero España las había dejado en una situación económica muy débil. No había fomentado la industria ni el comercio entre las distintas regiones del territorio, sino todo lo contrario, había hecho todo lo posible para que sus colonias en América no se desarrollaran. La incapacidad, la falta de voluntad y patriotismo de los sectores más poderosos llevaron a que nuestro país sea solo productor de materias primas y comprador de productos manufacturados, incluso con nuestra materia prima.

            El nuevo estado dominado por una clase propietaria parasitaria, era una zona atrasada, con formas de producción arcaicas y las artesanías provinciales estaban en decadencia. Los únicos que estaban en condiciones de hacer las inversiones necesarias para modernizar la economía eran los terratenientes porteños. Pero estaban cómodos y conformes con su forma de ganarse la vida. Cobraban sus exportaciones en libras o en oro y pagaban a sus empleados y proveedores locales en pesos. Cuanto menos valiera la moneda nacional, más ganaban ellos.

            Sera esta clase convertida en dirigente política la que conduzca los destinos nacionales y lleve al país al borde de la disolución en 1820.  Acentuando el predominio del puerto de Buenos Aires imponiendo el “libre comercio”, retrasará el desarrollo del interior. Privilegiando la asociación comercial con Inglaterra, conducirá al país a una dependencia política de este otro imperio. En medio de estas disputas transcurrirá la historia, por largos períodos sangrienta, de la Argentina del siglo XIX.

            A más de doscientos años no hemos podido superar los conflictos y las contradicciones que, en el largo parto que fue nuestra Independencia, marcaron nuestro nacimiento como nación. Empobrecidos, dependientes, subdesarrollados, centralistas. Algunos términos no por arcaicos en la fisonomía etimológica dejan de ser menos cierto.

            Nuestra ciudad no pertenecía ni política ni territorialmente a aquella nación ni a la del Virreinato. El límite sur del estado que comenzaba a forjar su independencia era el Rio Salado, a un centenar de kilómetros de Buenos Aires.

          Nuestra zona, como gran parte de lo que hoy se conoce como Argentina, era gobernada por líderes originarios que supieron tener visiones comunitarias en lo económico, de convivencia entre pueblos en la ocupación del territorio y de armonía en su espiritualidad, fue reconocida como unidad política por potencias extranjeras en sus afanes colonizadores, entablando acuerdos comerciales y reconociéndolos como aliados estratégicos. A pesar de esto fueron artífices necesarios de la independencia. San Martin a quien apodaban El Indio evocaba a los pueblos originarios con afinidad: Nuestros hermanos los indios. La declaración de independencia de las Provincias Unidas del Sur fue traducida al Aymara y al Guarani. El territorio que se independizaba del yugo español contemplaba lo que es hoy  Paraguay y Bolivia. Es necesario en estos días tener presentes estos datos para interpelar o poner en crisis la tendencia a discriminar a migrantes de estos países hermanos así como a los pueblos nativos de nuestro continente.

            Hoy repetimos cual espejo los mismos problemas y conflictos de nuestra nación; dependencia, centralismo, un interior deshabitado y poco cohesionado, empobrecido, que por falta de previsión vive cíclicamente a merced de las vicisitudes climáticas. Es imperioso que la fecha conmemorativa sea propicia para reflexionar sobre aquellas tareas fundantes que nos acompañan hasta hoy, con una perspectiva que abone el cambio necesario en los actos para por fin encarar la senda de un desarrollo económico, social y cultural que nos involucre a todos y aún sabiéndonos no beneficiarios inmediatos y directos de él estemos dispuestos a emprender.

 

¡Viva la Patria!

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